miércoles, 28 de marzo de 2012

Escribir como si fueras de deportes

La entrevista de Jot Down a Soledad Gallego-Díaz ha generado interesantes debates por diferentes motivos y a su paso ha dejado un reguero de reflexiones de las que no se ha escapado la crónica literaria:
Si te lees las crónicas de los enviados especiales norteamericanos a Londres durante la 2ª Guerra Mundial, están muy bien escritas pero están contando la realidad. No se están inventando nada. Y al mismo tiempo te lo lees atrapado por lo que cuentan. Es la habilidad para utilizar recursos literarios en la manera de estructurar el texto, de escribir, para conseguir que eso tenga un enganche en el lector (otra cosa es meter ficción en un relato de técnica periodística, eso no se puede hacer). Esta forma de usar recursos literarios es lo que hacían todo este grupo de periodistas, y eso me parece fantástico. Los grandes cronistas latinoamericanos también lo hacen, escriben maravillosamente bien. Y no inventan. El escribir bien no está reñido con el periodismo, el periodismo no ha de estar mal escrito. Enric González es un caso manifiesto de periodista que escribe maravillosamente bien y que no se inventa las cosas.
Ni tampoco el periodismo deportivo:
Siempre me ha parecido que el periodismo deportivo tiene los mejores escritores. Muchas veces he dicho en plan de broma —aunque en el fondo sí que lo pienso— de pedirle a periodistas de información política “oye, ¿por qué no es escribes como si fueras de deportes?”, porque los de deportes en general escriben mucho mejor. No todos, pero…
Quizá Soledad Gallego-Díaz tenga esta opinión tan positiva del periodista deportivo porque ha trabajado toda su vida en El País, donde los periodistas deportivos, precisamente, tienen y desarrollan esa "habilidad para utilizar recursos literarios en la menara de estructurar el texto, de escribir, para conseguir que eso tenga un enganche en el lector". Es decir: Santiago Segurola, Ramón Besa, John Carlin o, dando el salto de género hacia la columna, Enric González y sus fabulosas Historias del Calcio.

Al otro lado de la calle, sin embargo, está David Gistau que, más bien quizá por talento que por consigna de superiores, llevó su Barra Brava al Congreso anticipándose a las elucubraciones de Soledad Gallego Díaz.

Qué casualidad, todos ellos entrevistados por Jot Down. ¿Casualidad?

martes, 27 de marzo de 2012

El periodismo, ¿oficio o profesión?

A colación de la interesante entrevista que Jot Down realiza a Soledad Gallego-Díaz, trascribo dos anotaciones que reflexionan la naturaleza del periodismo. Añado también un vídeo y dos textos, los dos de Gonzálo Vázquez, que retratan el periodismo de hoy en España como los mejores cronistas y pintores retrataron la España de siglos pasados.

Manuel Vigil y Vázquez, "El oficio de periodista: noticia, información y crónica" (1972)


Aunque los estudios de periodismo hayan cobrado rango universitario, la profesión de periodista seguirá siendo por varios conceptos un oficio. Un oficio para el que se requiere una base universitaria cada vez más extensa y sólida, pero un oficio cuya obra es la noticia y su herramienta la comunicación escrita. La consecución de esta obra y el manejo de su herramienta están en función de unas aptitudes innatas y de una experiencia minuciosa y múltiple del registro del acontecer cotiadiano. En una Escuela de Periodismo, un alumno interrumpe al profesor: -Eso no nos interesa a nosotros. Eso ya lo harán otros. ¿Qué es lo que no interesa a esos alumnos? El profesor estaba explicando la gacetilla, el suelto, la nota breve, que forman parte del mosaico del diario acontecer. Su obtención, su valoración y redacción es una tarea constante en todo periódico digno de tal nombre. Una tarea esencialmente periodística, aunque su trascendencia sea reducida, como lo puede ser la gran crónica de política internacional. Los periódicos, como reflejo de la vida humana, están hechos en su mayor parte de noticias menudas, insignificantes si se quiere, pero imprescindibles porque son lo habitual en la vida de la población a que deben servir.

Juan Luis Cebrián, "La prensa y la calle" (1980)

La investigación sobre ciencias sociales y de la comunicación están demasiadas veces hecha por aficionados, y me temo que mi caso sea una prueba más de semejante aserto. Los periodistas somos narradores de noticias pero no expertos en materias como semiología, lingüística, gramática, psicología social o sociología, todas ellas necesarias a la hora de construir un análisis teórico sobre la influencia y el comportamiento de los medios de comunicación de masas (...) si puedo aportar mi experiencia de dieciocho años de periodismo activo en prensa y televisión, quizás ayude a arrojar luz sobre temas en los que los teóricos del oficio navegan por su parte sin demasiado rumbo. En efecto, los habitualmente considerados científicos de la comunicación desconocen nuestro país, con inusitada frecuencia, los condicionantes reales y prácticos de los medios, y el comportamiento humano de quienes trabajan en ellos. Y pretenden, no pocas veces, sublimar su ignorancia a base de pedantería, poniendo oscuro lo que todos ya veían claro. (...) 
Cuando, a los quince años, comuniqué a mi padre mi deseo de ser periodista, me dijo que sí enseguida, pero a condición de que estudiara además una carrera universitaria. Mi padre era también periodista, y no de los peor situados, pero evidentemente no le parecía el suyo el mejor de los mundos (...) Y muchos de lo que no tienen otra aspiración que morir entre el plomo de las platinas o el ruido de los teletipos confiesan llanamente que el periodismo, si bien se mira, no es en realidad una profesión sino un oficio. Distinguir qué características sociales y reales debe adquirir una actividad para que sea considerada como profesional, saber delimitar la frontera entre el artesano de antaño y el colegido de nuestros días, resulta a veces complicado. Pero, a mi entender, dos características son precisas para poder hablar con propiedad de la existencia de una profesión: La primera, el establecimiento conjunto de un conjunto de intereses comunes entre los que la practican; la segunda, el desarrollo de un programa específico educacional y preparatorio para su ejercicio (...) Los viejos reporteros, los que comenzaron de botones subiendo cafés a la redacción o acudieron a ella para buscarse unas perras que les permitieran sobrevivir mientras seguían escribiendo poesías, experimentan el rechazo lógico a todo lo que no sea autodidacta. "De las Escuelas de Periodismo, todos quieren salir como corresponsales en el extranjero o como editorialistas. Ninguno para hacer sucesos", acostumbran a decir. E insisten en que no hay mejor escuela que la vida misma: la propia redacción del periódico. Pero la verdad es que cuando los recién graduados salen con su flamante título dispuestos a comerse el mundo encuentran difícilmente trabajo. Allí donde acuden les piden a menudo experiencia previa, porque suelen desconfiar del valor de la enseñanza que recibieron en la Universidad o en la Escuela de turno. "¿Cómo voy a tener experiencia si antes no me emplean?", suelen argumentar algunos jóvenes. "¿Y para qué perdí cuatro o cinco años estudiando si ahora no es razón suficiente para que me den trabajo?", añaden los más fieramente celosos de su trabajo. (...)  

La dificultad estriba en que casi nunca los buenos periodistas se han dedicado a la enseñanza de su profesión, pues, en contra de lo que sucede en otras carreras, la enseñanza misma en un aula, fuera de la redacción, apenas aporta nada esencial a los profesionales en ejercicio (...). Y demasiadas veces son los peores profesionales los que encuentran en estos asuntos refugio de su inoperatividad y de su ineficiencia. Y sin embargo puede decirse sin ningún temor a yerro que existe ya un conjunto de conocimientos específicos para el ejercicio del periodismo que justifican el que éste sea considerado como una profesión (...) La cuestión está en saber determinar cómo ha desarrollarse el plan de estudios en cuestión (...) quizás es la ocasión para señalar el absurdo enfoque que sobre estas materias se tiene en nuestro país y que ha dado lugar al más increíble experimento de los experimentos increíbles que pueden hacerse en Universidad tan maltratada como la nuestra. Me refiero a la llamada Facultad de Ciencias de la Información de la que salió en el año 76 la primera promoción de periodistas universitarios, y que es un ejemplo inmejorable -impeorable, habría que decir- de cómo no se deben abordar los estudios de periodismo".

Lecturas recomendadas: 


El Lazarillo de goles y, sobre todo, el Punto y Final de Gonzalo Vázquez, una carta abierta al periodismo.

miércoles, 7 de marzo de 2012

"El periódico cabía entonces en tres grandes secciones: noticias, crónicas y reportajes, y notas editoriales" (Gabriel García Márquez)

martes, 6 de marzo de 2012

El tetris de Camba

Manuel Jabois nos acerca la figura de Julio Camba:

"(...) en sus crónicas se va regalando la vida de entonces: se deconstruye a partir de cierto hecho, desde una conversación en la City hasta un viaje en tren a Galicia, y durante el artículo se atisba su recomposición no siempre entera, no siempre agradable".


"Dijo el profesor José Antonio Llera que Camba sabía a la perfección los centímetros cuadrados de los que consta una columna. Esa exactitud el periodista la convirtió en arte; fue, así, un artista del espacio que no se concedió jamás lujo artístico en el texto, donde las piezas se encajaban como un tetris lento, irónico, subversivo a veces, siempre incorrectamente lúcido:
“Hay que ver cuando una inglesa se pone a ser fea (…) Es fea de un modo rotundo, fundamental y definitivo. Parece como si a lo largo de su vida hubiera ido cultivando el horror de su cara y de su cuerpo con un cuidado especialísimo, procurando no omitir ninguno de los detalles que deben constituir una fealdad perfecta”. 
Prólogo a 'Mis páginas mejores' (Pepitas de Calabaza, 2012) 

lunes, 5 de marzo de 2012

La caja de la humildad

"Y para este corresponsal ese Libro de estilo era un corsé, y bien ajustado por cierto; durante los meses previos a la salida del periódico, ensayé decenas de veces las crónicas más diversas, y almacené todos los intentos fallidos. ¿Y eso qué es?, me preguntaban quienes me visitaban, señalando las cajas llenas de papeles con leads a medio escribir; ‘Esa es la caja de la humildad’, respondía yo".
Juan Cruz, 'Una memoria de El País, 20 años. 20 años de vida en una redacción'.

jueves, 1 de marzo de 2012

Por qué soy fan de Jot Down

Soy fan de Jot Down porque, como lector (y sobre todo como periodista) no me siento despreciado. Un desprecio del que habla de forma más calmada y con la brillantez usual Martín Caparrós:
Suelo preguntarme por qué los editores de diarios y periódicos latinoamericanos se empeñan en despreciar a sus lectores. O, mejor, en tratar de deshacerlos: en su desesperación por pelearle espacio a la radio y a la televisión, los editores latinoamericanos suelen pensar medios gráficos para una rara especie que ellos se inventaron: el lector que no lee. Es un problema: un lector se define por leer, y un lector que no lee es un ente confuso. Sin embargo, nuestros bravos editores no tremulan ante la aparente contradicción: siguen adelante con sus páginas llenas de fotos, recuadros, infografías, dibujitos. Los carcome el miedo a la palabra escrita, a la lengua, y creen que es mejor pelear contra la tele con las armas de la tele, en lugar de usar las únicas armas que un texto no comparte: la escritura. Por eso, en general, les va como les va; por eso, en general, a nosotros también. Pero algunos estamos por la crónica.
Así piensan en Jot Down respecto a su forma de hacer y a sus lectores.
¿Cuándo me siento despreciado como lector (y sobre todo como periodista)? En casos como este de Sport

martes, 28 de febrero de 2012

"Perdóneme que esta crónica haya salido algo más extensa, pero la premura de tiempo para mandársela no me ha permitido escribir algo más corto" (Julio Camba)